¿SABÍAS QUE LOS NUTRIENTES DEL HUEVO NOS PROTEGEN FRENTE AL DAÑO OXIDATIVO?

El huevo es un alimento básico de la dieta mediterránea y un clásico en nuestra gastronomía.  Su versatilidad hace de él un ingrediente imprescindible en la mayoría de los hogares.

Decimos que es uno de los alimentos más completos porque aporta a nuestra dieta una gran cantidad de nutrientes: proteínas de muy buena calidad, vitaminas y minerales esenciales para el organismo y otros componentes menos conocidos pero de gran interés.

Además, algunas de sus vitaminas (B2 y E), minerales (selenio, zinc), carotenoides (luteína y zeaxantina) y proteínas (fosvitina) ayudan a proteger a las células del daño producido por el estrés oxidativo.

¿Qué importancia tiene esta función para nuestro organismo?

Las especies reactivas de oxígeno, entre los que se encuentran algunos radicales, son moléculas que se producen en las reacciones bioquímicas de nuestras células como consecuencia de la exposición a factores externos, ya sea radiaciones, tabaco, u otros  contaminantes. Estas pueden dañar otras moléculas como el ADN, las proteínas y los lípidos si no son interceptados por la red antioxidante, que incluye eliminadores de radicales libres entre los que se encuentran los nutrientes antioxidantes.

Los antioxidantes del huevo contribuyen, entre otras cosas, a mantener y proteger la función cognitiva, la vista, y a prevenir enfermedades cardiovasculares, así como la hipertensión o el síndrome metabólico. Por ello son importantes, más allá de su papel en la nutrición, por contribuir al buen funcionamiento de nuestro organismo.

En concreto, la vitamina B2, también conocida como riboflavina, tiene un papel clave en el crecimiento, el desarrollo corporal y el funcionamiento de las células del cuerpo, así como en el metabolismo energético y en el mantenimiento de la piel y mucosas, del sistema nervioso y de la visión. Tiene importancia también en el mantenimiento de los glóbulos rojos y en el metabolismo del hierro. Además, protege al ADN, a las proteínas y a los lípidos del daño oxidativo. Dos huevos, o lo que es lo mismo, una ración de 100 gramos, contienen el 26,4% de las necesidades diarias para un adulto de esta vitamina, que se encuentra tanto en la clara como en la yema del huevo.

Por otro lado, la vitamina E es el principal antioxidante lipídico que obtenemos de los alimentos; en el huevo está presente solo en la yema, como las restantes vitaminas liposolubles (A, D y K) y funciona fisiológicamente como un antioxidante que previene la peroxidación lipídica ya que reacciona con los radicales antes de que puedan oxidar a los ácidos grasos y se formen nuevos radicales, evitando que se propague la oxidación de otras moléculas en una reacción en cadena. Así, protege los tejidos corporales, las membranas celulares o los glóbulos rojos, y contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario. Dos huevos tienen 1,9 mg de vitamina E, que cubre el 16% de las necesidades diarias de este nutriente en nuestro organismo.

El Selenio y el Zinc son dos minerales presentes en el huevo en cantidades relevantes respecto de las necesidades diarias de un adulto (dos huevos cubren aproximadamente el 20%). Su papel es importante en la protección de las células frente al daño oxidativo, en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario, en el mantenimiento del cabello, la piel y uñas y de la fertilidad.

Por otra parte, los carotenoides del huevo que encontramos en la yema, como la luteína (responsable de su color amarillo) y la zeaxantina, son grandes aliados de la salud visual, ya que protegen al ojo del daño oxidativo inducido por la luz UV, evitando la peroxidación lipídica, disminuyendo la respuesta inflamatoria y filtrando la luz azul. Al mismo tiempo, previenen las cataratas, la degeneración macular asociada a la edad y la pérdida de visión, además de mejorar la visión nocturna.

Finalmente, la fosvitina, proteína con alto contenido en fósforo muy abundante en la yema del huevo, también posee un efecto antioxidante debido a su capacidad para unirse a iones metálicos, que, además, le confiere propiedades antibacterianas.

En definitiva, el huevo es un alimento con nutrientes cuyo poder frente al daño oxidativo favorece el adecuado funcionamiento de nuestro organismo. Su consumo aporta ventajas  en las diferentes etapas de la vida, tanto para los niños en edad de crecer, como en el embarazo y la lactancia, o en la vejez, por su alta densidad nutricional y facilidad en la masticación. También es un alimento apto para celiacos y en dietas orientadas a controlar el ácido úrico, por su aporte de proteínas de elevado valor biológico sin purinas.

La facilidad en su preparación, unido a que suele gustar a todo el mundo y se puede incluir en numerosas recetas lo convierten en un alimento fácil de consumir, que contribuye a evitar carencias nutricionales y, junto a otros hábitos saludables, como un estilo de vida activo, a mantener una buena salud y prevenir enfermedades.

Por ello, en el contexto de una dieta equilibrada, no es recomendable restringir el consumo de huevos en personas sanas, sin que haya alguna indicación médica que lo aconseje.