¿CÓMO ES UN HUEVO POR DENTRO?

El huevo es uno de los alimentos con mayor tradición en la dieta mediterránea, y uno de los más apreciados y extendidos en la gastronomía de todo el mundo.

Desde que tenemos recuerdos, el huevo siempre nos ha acompañado y ha estado presente en un gran número de platos, ya sea de protagonista, como complemento, o incluso como aditivo natural, un ingrediente que participa en la elaboración de nuestras recetas, convirtiéndose en un imprescindible en nuestro día a día.

Pero, ¿sabes realmente cómo es un huevo por dentro? En este post, esperamos resolver todas tus dudas.

Partes del huevo

El huevo está diseñado por la naturaleza para proporcionar protección al embrión que contendría si estuviese fertilizado, y proporcionarle todos los nutrientes necesarios para su desarrollo. Por eso, su valor nutritivo es tan elevado: tiene todos los componentes necesarios para dar lugar a una nueva vida.

El huevo se compone de tres partes: la yema, la clara y la cáscara.

  • La yema, también llamada vitelo, es la parte más interna del huevo, y está rodeada por una membrana. Es un 30% aproximadamente del peso del huevo, del cual el 50% es agua. En la yema están todos los lípidos del huevo, además de proteínas, minerales, pigmentos y las vitaminas liposolubles como la A, la D, la E y la K. En la yema puede distinguirse un punto más pálido que el resto, denominado disco germinal. Es una depresión que llega hasta la zona interior que alberga el material genético desde donde se producirá el desarrollo del embrión, en caso de que el huevo sea fecundado.
  • La clara o albumen, supone un 60% del peso del huevo, aproximadamente. Está formada por  una disolución de proteínas en agua (el 88% de la clara es agua), y está compuesta a su vez por tres capas: una muy delgada que rodea la yema, una intermedia más densa, y la más externa, que es más fluida. La consistencia de la clara densa, que es más gelatinosa cuando el huevo es fresco, y más acuosa al envejecer, es una buena medida de la frescura.

También nos encontramos las chalazas, ligamentos que unen la membrana de la yema a los dos polos de la cáscara con la misión de mantenerla suspendida en posición central.

  • Y por último, tenemos la cáscara, que también está compuesta por tres capas. La exterior, que es el 9% aproximadamente del peso del huevo, está formada principalmente por carbonato cálcico orgánico (94%), carbonato magnésico (1%), fosfato cálcico (1%) y materia orgánica (4% de proteína).

Puede presentar colores distintos, que dependen de la presencia de un pigmento compuesto por ovoporfirinas, ligado a la raza de la gallina. Es una estructura rígida pero con una gran resistencia a la presión (no olvidemos que la gallina incuba sus huevos de forma natural debajo de su cuerpo durante 21 días) y forma la primera barrera de protección del huevo.

Para que el embrión del futuro pollito respire, la cáscara tiene unos 10.000 poros en su superficie, a través de los que se intercambian gases y agua con el exterior. Las otras dos capas se llaman membranas testáceas, elásticas y blancas, y con un peso aproximado de un 3% del peso del huevo. Son parte de las barreras defensivas del huevo contra la contaminación.

La membrana interna es más fina que la externa. Entre ambas hay un espacio denominado cámara de aire, que se forma por contracción del volumen de la clara tras la puesta, que fuerza la separación de las membranas. Esta cámara tiene la forma de una burbuja de aire que siempre se coloca en el polo más ancho del huevo.  Con la edad del huevo, la cámara de aire aumenta de tamaño, ya que el interior del huevo va perdiendo agua que se sustituye por aire. Por eso la altura de esta cámara de aire es también una medida de la frescura del huevo.

Y recubriendo la superficie de la cáscara está la cutícula, una capa proteica de queratina que cierra los poros, contribuyendo a la protección del interior, aunque permite el intercambio gaseoso.